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Lo único que no cambia es lo duro de su
cascara y el toque amargo que tiene. Al separar la cascara, como pelar
un plátano, se puede ver lo jugoso que esta el mango y su color amarillo
intenso, basta morderlo para saber su dulzura. Lo malo es que te
escurres de su jugo y se te quedan restos atorados entre los dientes.
Terminando de comer todo el mango llegas a la gran semilla dura y
blanca, cubierta de un poco de mango. Para no desperdiciar ni un poco de
él, chupas la semilla hasta dejarla sin nada.
No recuerdo con
exactitud qué tan chica estaba cuando mi mama me daba un mango, me
duraba mucho, Me ponía una servilleta de babero para no escurrirme mi
ropa, pero eso era imposible. Comía hasta quedarme dormida en el mango
en las manos.
Ha sido la única fruta que me gusta desde pequeña.
Ahora no es muy común que coma uno, pero cuando tengo la oportunidad lo
disfruto como su fuera el ultimo mango en la tierra.
-Salem Rodriguez-
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